viernes, 22 de octubre de 2010

Héroes de la Segunda Guerra Mundial: Raoul Wallenberg

Miles fueron los judíos húngaros que salvaron con vida gracias a este sueco, uno de mis personajes inolvidables.

Raoul Wallenberg fue un cristiano nacido en Estocolmo y que en 1944 apareció en el caos del derrumbamiento de Hungría para salvar a millares arrebatándolos de las mismas garras del terror nazi. Sin embargo, él no era un hombre de armas, sus métodos eran simples pero, gracias a su empeño, logró que pasaportes protectores en nombre de Suecia (país neutral),  sumado a su talento en la diplomacia y su increíble valor que asombraba aún a los mismos nazis, cambiar el oscuro destino de quienes, generaciones después, lo han convertido en una figura legendaria de Hungría.


Podría decirse que hasta principios de 1944 los ochocientos mil judíos húngaros no habían sufrido muchas vejaciones. Pero en marzo de ese año los alemanes se hicieron cargo del gobierno de la hasta entonces nación satélite y para junio casi seiscientos mil fueron enviados a los campos de trabajos en Alemania o a los campos de exterminio en Polonia.
Por aquel entonces Estados Unidos instruyó a su representante en Estocolmo, Herschel Johnson, para que consiguiera la intervención de un sueco neutral en beneficio de la comunidad judía en Budapest. Johnson ya tenía referencias de Wallenberg, debido a la estadía de éste en la Universidad de Michigan en 1935 y a su destacada labor como director de una gran casa de comercio exterior que negociaba especialmente con Europa Central, por lo que Wallenberg ya era habitual visitante de Budapest. Tras presentarle en secreto la misión, en que Estados Unidos aportaría los fondos y el apoyo del rey Gustav con el gobierno sueco para su amparo diplomático, Wallenberg expresó su disposición a servir a esta causa pese a las advertencias de que si el régimen nazi se enteraba nada ni nadie podrían salvarlo.

Wallenberg llegó a Budapest en julio como nuevo secretario de la embajada sueca. Lo primero que le consternó, según cuenta su amigo Rudolf Philipp en un libro publicado en 1947, fue que la oficina donde recién se instalaba solamente había podido salvar a 649 judíos usando los llamados pasaportes protectores, que, al menos en el papel, permitían a sus beneficiados estar bajo la soberanía sueca.
Negociando con unos, prometiendo a otros la futura indulgencia de los Aliados, Wallenberg fue construyendo una red de ayuda secreta. Con sus notorias cualidades de persuasión y abundando en elocuencia logró que funcionarios húngaros del gobierno nazi se comprometieran a colaborar en la clandestinidad. Fue así que obtuvo que se interrumpiera provisoriamente la deportación de judíos.
Trabajando sin descanso completó uno de sus más anhelados objetivos en la capital húngara: arrendar 32 edificios que, oportunamente rotulados con escudos y bandera suecos, pasaron a servir de refugio a los judíos que iba liberando.
Ralph Wallance, otro biógrafo de Wallenberg, cuenta que una mañana una voz anónima al teléfono le avisó que cientos de judíos  estaban a punto de salir en tren con destino a Polonia.  Raoul corrió al lugar. Los centinelas nazis lo encañonaron de inmediato, pero, sin evidenciar algún temor, continuó a paso firme gritando amenazas en alemán sobre su condición de diplomático de un país neutral, cuando enfrentó al oficial a cargo de la deportación le inquirió molesto “¿Acaso no sabía herr Hauptmann que muchos de aquellos judíos estaban bajo la protección de Suecia?.

Los prisioneros apretujados en vagones de ganado observaban incrédulos como ese joven sueco avanzaba pálido pero decidido hacia ellos. Raoul gritó en alemán que todos los prisioneros provistos de de pasaportes suecos saliesen de los vagones, sin embargo, pocos respondieron al llamado. Raoul repitió el llamado haciendo un guiño significativo. Entonces entendiendo la estrategia muchos le rodearon. Confiando en que el oficial alemán no supiese leer húngaro, le exhibió un fajo de papeles de los más diversos trámites como actas de embarque, pago de impuestos y hasta certificados de vacunación como supuestos documentos provisionales suecos. Antes de que el hombre saliera de su confusión, Wallenberg ya encabezaba su tropa de rescatados hacia el refugio más cercano.
Los temerarios rescates de judíos por parte de este sueco no pasaron desapercibidas para la GESTAPO y el partido pro nazi húngaro de las Flechas Cruzadas, pero matar a un diplomático neutral podía ser peligroso. Le tendieron trampas para hacerlo caer y trataron de dar con sus papeles secretos en reiterados asaltos domiciliarios, mas una especie de sexto sentido lo salvaba en los momentos de grave peligro.
Continuará…

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